2 nov 2010

Ensayo: "El buen médico ha de ser filósifo"


El buen médico ha de ser filósofo
Tal como dijo Galeno, el buen médico debe entenderse en la lógica, la física y la ética, para no ser un simple recetador

            El primer organismo surgió de una enmarañada suerte de reacciones entre los más diversos elementos de la tierra y la atmósfera, en condiciones climáticas que escapan a nuestra imaginación. A partir de ese instante se da comienzo a una compleja red de interacciones que resultará en sistemas cada vez más provistos de herramientas para la supervivencia en la tierra.
Estos sistemas de microorganismos y sedimentos naturales proliferaron por miles de años hasta llegar a lo que hoy conocemos como vida, pero cuando el ser viviente estuvo enfrentado a este climaterio se vio amenazado por sus antecesores, las bacterias y compuestos altamente reactivos que intentan ser parte de este ente capaz de proporcionar un medio de supervivencia.  De esta forma se describe la “enfermedad” en los principios de la vida.
La enfermedad es inherente al hombre y es evidente como ha influido en la historia de la humanidad condicionando los estilos de vida, la organización social y el desarrollo de las comunidades. Así como también el hombre se ha adaptado a las nuevas necesidades y desafíos implícitos en las nuevas condiciones de vida. La ciencia de la medicina surge como el entendimiento de la naturaleza, antes de tratar la enfermedad se encarga de describirla y es así como se describe en Atenas un hecho histórico que enmarca el paso a lo que conocemos como el pensamiento racional de la medicina.
Entre los años 430y 429 a.C., en el Mediterráneo, la  peste asola Atenas, enfermedad que ataca a la ciudad densamente poblada (modernos análisis de Atenas de material procedente de antiguos cementerios sugiere que la enfermedad mortal pudo haber sido tifus). La epidemia acaba con 30.000 ciudadanos, marineros y soldados. Aproximadamente muere un cuarto de la población ateniense, lo cual puso en evidencia la vulnerabilidad del pueblo ateniense ante ciertas enfermedades. A esas alturas la explicación de las enfermedades se apoyaba en la teoría del los cuatro humores, teoría basada en los cuatro elementos y sus respectivas cualidades. Así es como Alcmeón de cronota (siglo VI a.C., filósofo Pitagórico dedicado a la medicina) señala: 
“Lo que conserva la salud es el equilibrio de las potencias: de lo húmedo y lo seco, de lo frio y lo caliente, de  lo amargo y lo dulce, etcétera. Pero el predominio de una entre ellas es la causa de la enfermedad; pues el predominio de cada opuesto provoca la corrupción…”.
 En este contexto del pensamiento médico-filosófico nace Hipócrates (460-370 a.C.) que entre sus más antiguos y nuevos argumentos se puede encontrar el pensamiento griego centrado en lo que describe como physis (un término aproximado podría ser la naturaleza), este concepto le da un sentido de universalidad e individualidad al humano, además de ser un término de realidad y conocimiento. En consecuencia, se concibe el carácter racional de la naturaleza que posee un logos (razonamiento, sentido) oculto, secreto que el médico debe desentrañar. De este modo la physis siendo modificable por el hombre pasa a ser el fundamento racional de la enfermedad. En resumen, el médico Hipocrático debía conocer el desorden de la physis de sus enfermos y mediante su tekhne (arte), basado en el conocimiento (episteme), ayudar al alivio.
En otras palabras Hipócrates señala que el médico ayuda a la naturaleza al tiempo en que conoce, cual filósofo, el secreto de la misma. Esta afirmación no está lejos de ser cierta, de hecho, es el principio del médico contemporáneo, sin embargo, el hombre se ha desentendido del profundo sentido natural para dar paso al pragmatismo de la práctica médica.  El médico como filósofo es un argumento que con el tiempo ha perdido vigencia, no así validez.
La ciencia surgió como la reflexión del ser y lo natural y a través de la historia se desarrolló como el fundamento cognitivo de la sociedad. La tecnología por otro lado se ve intrínsecamente relacionada con la ciencia, colaborando y progresando junto a ella, pero en cierto punto las ciencias médicas dejaron de avanzar por sí solas para ser efecto del progreso de la tecnología y es aquí cuando el hombre ensimismado en la colectividad perdió de a poco la capacidad de comunicarse con sus instintos siendo torpe su juicio y pensar, coartando sus posibilidades de desarrollo y plenitud. En la actualidad la técnica protagoniza al mundo desequilibrando el orden natural de la ciencia y la tecnología como pares.
La mediocridad a la que nos reduce el mundo actual debe ser un llamado de advertencia para reflexionar sobre nuestra vocación  y replantear el rol del médico en la sociedad, y en este contexto es interesante citar un pasaje de la filosofía médica escrito por Hipócrates, siendo uno de los primeros en describir el proceso salud-enfermedad y las condiciones de vida:
“Todo el que quiera aprender bien el ejercicio de la medicina debe hacer lo que sigue: primeramente, considerar las estaciones del año y lo que pueda dar de sí cada una, pues no se parecen en nada ni tampoco se parecen sus mudanzas; enseguida considerar los vientos, cuáles son los calientes y cuáles fríos; primero los que son comunes a todos los países y luego los que son propios de cada región… De modo que cuando un médico  llega a una ciudad de la cual no tiene experiencia, debe considerar su situación y en qué disposición está respecto de los vientos y del oriente del sol, pues no tiene las mismas cualidades la que mira al Norte y la que mira al Mediodía, la que mira al Oriente y la que mira al Occidente…Con tal investigación y tal previsión del tiempo sabrá cuándo es posible en cada caso en particular y las más de las veces logrará salud y no tendrá poco éxito en el arte. Y si a alguno le parece que esto es hablar de estrellas, que reflexione y verá cómo la astronomía contribuye no poco, sino muchísimo, a la ciencia médica, porque según las mudanzas de las estaciones, así se mudan también las enfermedades (y los órganos internos) del hombre” “De los aires, aguas y lugares. Corpus hoppocratium”
Esta reflexión Hipocrática permite aproximarnos a lo que fue en su tiempo la única forma de acercarse a la fuente de información de las circunstancias de la enfermedad y si bien, hoy contamos con herramientas y conocimientos desmedidos sobre las ciencias médicas,  no debemos olvidar que somos parte de un sistema complejo, dinámico y este hecho nos caracteriza por estar en constante cambio. En consecuencia, el paciente debe ser estudiado como la integración de variadas determinantes y condicionantes de su estado.
            La relación médico-paciente es fundamental para el diagnóstico, tratamiento y recuperación de este último, por eso conlleva una carga ética importante que se ha descrito desde el origen de estos roles. Se establece que el hombre debe ser atendido en su condición natural y esencial de ser universal. No existe la distinción valórica ni social ni de género o clase al recurrir a esta entidad. Pero debemos recordar que esta no siempre ha sido la postura social que ha guiado esta relación, durante muchos siglos en la historia hubo clases sociales cerradas y desprovistas de dignidad que padecieron por el abandono y la indiferencia del poder. Es un ejemplo la sociedad esclavista, en la que el fracaso médico no importaba cuando de esclavos se trataba; pero preocupaba y mucho, en el caso de los notables por su linaje y merecimientos, como señala Platón en “Las leyes”:
“Los enfermos de nuestras ciudades son de dos clases: los esclavos y los hombres libres. Los esclavos son asistidos en su mayor parte por esclavos que van a visitarlos o los esperan en los consultorios. No hay discusiones entre médico y paciente sobre las particularidades de cada caso, sino que con aires de sabelotodo el médico prescribe algún remedio empírico, cual un dictador cuya palabra no puede ser puesta en duda, y corre a asistir al próximo enfermo esclavo librando así al médico ciudadano de tener que atender a semejantes pacientes. Los hombres libres son, por lo general, atendidos por médicos que son hombres libres. Estos realizan exámenes prolijos durante el curso de la enfermedad, desde su comienzo, y recurren al interrogatorio del paciente y sus amigos para su diagnóstico;  aprenden del paciente tanto como de ellos y lo alientan con amables argumentos a recorrer el camino de la recuperación total."
            Se podría decir que la salud y las organizaciones médicas reflejan la estructura socioeconómica de su momento histórico. De esta manera, cada civilización crea una patología y una respuesta a la misma que le son propias, en otras palabras, la concepción filosófica del momento también influiría en la razón del médico, en su diagnóstico y tratamiento.
            Un claro ejemplo fueron en su tiempo las casas de la misericordia, el hogar de de los desamparados o vivienda de los médicos que por muchos años estuvieron bajo el amparo de la iglesia siendo representativas de la estructura social y fundamentos del poder de la época en la que se encontraban. Sin embargo, algunas de ellas, las menos, eran propiedad privada de algunos nobles, debemos recordar que la estructura del feudo era independiente, autónoma y por ende disponía libremente se sus propios hospitales, iglesias y demases instituciones características de una sociedad. Este carácter eclesiástico que se les confería a las instituciones de la salud aseguraba el orden y control necesarios en el gobierno autoritario.
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LA PESTE DE ATENAS 430-429 AC

…Se extendió silenciosa e implacable en la región extinguiendo lentamente la vida de aquellos atenienses. No había forma de detener la plaga, los médicos y sabios eran ignorantes y simples espectadores de aquella terrorífica escena. Esperaban impacientes la intervención divina a su favor o la ayuda de pueblos solidarios, mientras sus ojos se apagaban. La tarde callaba en silenciosos lamentos y la suave brisa de la tarde ahogaba los agónicos suspiros de aquella tierra lejana. La letanía de aquel paisaje ocultaba la ferviente lucha por sobrevivir de cuantos enfermos como ciudadanos habitaban en la ciudad.
La tarde rojiza filtraba por las pequeñas ventanas de la habitación, el polvo suspendido era evidente en los haces de luz. Por todos lados apuntes roñosos adornaban el lugar, otorgándole un aspecto siniestro y un tanto melancólico.
El rastro de la tinta fresca se dibujaba en trazos pesados y alargados. En las paredes, altas repisas de madera caoba contenían centenares de libros y pergaminos sueltos y en desorden… las esperanzas se agotaban. Esa semana dos embarcaciones espartanas habían asomado en la bahía para luego desaparecer en la bruma del Mediterráneo, nadie podía llegar a ellos, la peste era tal que sólo al encallar esas galeras los soldados habían contagiado con la pestilente enfermedad. Los rezos eran inútiles, se convirtieron las tierras en sombrías laderas, impregnadas de lágrimas y pestilencias…

“Ten por seguro que siempre darás consuelo, algunas veces aliviaras, pero pocas veces curaras”

BIBLIOGRAFÍA: HOSPITALES, Federico Ortiz Quesada, 2000 Ed. McGrawHill; HISTORIA DEL PENSAMIENTO MÉDICO, Federico Ortiz Quesada, 2002 Ed. McGrawHill

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