2 nov 2010

Medicina Paliativa

Terapia paliativa
Se define terapia paliativa como un tratamiento integral  que se le da a un paciente con enfermedad mortal para asegurar de alguna forma su bienestar durante la evolución de la patología. El fin es muy ambicioso ya que la enfermedad no sólo se manifiesta orgánicamente, sino que es todo un cambio cognitivo y emocional que no presenta una pauta clara, es un proceso difícilmente descriptible que sólo la experiencia podría dar un atisbo de su envergadura. El tratamiento consiste en aliviar la sintomatología del individuo.
La atención del paciente terminal es un tema que históricamente se ha visto rodeado de discusiones y divergencias. La naturaleza humana nos llama a solidarizar con él y de forma instintiva hemos buscado a lo largo del tiempo la forma de acogerlo en la sociedad, de darle un espacio y una entidad propia otorgándole dignidad en el ocaso de sus días. Esto no sin dificultades, ya que la rígida y pragmática estructura de la sociedad tiene a “desechar” a estos grupos minoritarios marginándolos del acelerado movimiento productivo que nos caracteriza.

Cuidados del paciente terminal en la historia
           Primeramente estuvieron bajo el amparo de la iglesia, siendo objeto de la caridad monástica por siglos. Esta “protección” era a la vez excluyente de cualquier participación en la sociedad. Su vida terminaba en absoluta soledad siendo apartados de sus núcleos familiares y círculos más cercanos, de esta forma el enfermo percibía la muerte como la liberación del enclaustramiento y del propio padecimiento de la enfermedad.
Con los años el creciente aumento de la población conjuntamente con el rápido desarrollo de las estructuras gubernamentales e innovaciones sociales se creó el primer hospicio para moribundos del que se tiene registro, aproximadamente en el año 1842 en Lyon, que además de asumir los cuidados de los enfermos terminales, también recibe a los desamparados. Esta institución independiente de la iglesia es la primera de muchas que surgieron en esa época.
En el año 1967, al sur de Londres, el hospicio St. Christopher se abre con alta tecnología y comodidades no antes vistas en otras instituciones entregando un mensaje de humanización hacia los grupos de “riesgo”. Este controversial llamado es originario de múltiples revoluciones que exigirían un mejor trato para los moribundos.
La época contemporánea se presentó con nuevos desafíos, enfermedades como el SIDA han dispuesto nuevamente a la reestructuración de estas entidades y han demandado avances en asistencia y organización.
En 1985, se formó la asociación de medicina paliativa de Gran Bretaña e Irlanda y en 1987 en el Reino Unido la medicina paliativa fue reconocida como una especialidad médica, integrando el currículum de las carreras de salud.
La terapia paliativa en la actualidad
En la práctica, la mayoría de los pacientes atendidos por equipos de cuidados paliativos tiene cáncer, por lo tanto la medicina paliativa es parte de un enfoque global para el control de esta enfermedad.
El tratamiento es tremendamente agresivo y consiste en quimioterapias, radioterapias y cirugía, por este motivo su aplicación debe ser justificada. Entre los parámetros que se evalúan se encuentran: la posibilidad de mejora del paciente, y si el tratamiento podría proporcionar una sobrevida considerable, es decir, que todo el esfuerzo físico, emocional y financiero que implica la terapia sea merecedor de tal hazaña.
La terapia paliativa, también llamada “anticancerosa no radical” incluye en parte la cirugía, que responde rápidamente ante cualquier crisis, la medicina interna, que minoriza los síntomas adversos, y la psiquiatría, que vela por la salud mental del individuo. En otras palabras, este tratamiento es una amplia red integrada que respalda al paciente en todos los ámbitos en que se puede ver disminuido, no sin dejar de ser altamente desgastadora, ya que la calidad de vida durante su administración se ve empobrecida y deteriorada como se mencionó anteriormente.
El primer acercamiento a la muerte: la aceptación
Si bien, la medicina paliativa presenta las mismas normas de ética que la medicina general, se destaca en ella uno de sus dilemas ancestrales que ha acompañado al hombre desde su existencia, “la muerte”. El médico debe enfrentar esta realidad desde una mirada universal, acabada, no puede verse limitado por la cultura ni las creencias a las que pertenece.  La veracidad del diagnóstico se pone a disposición del paciente, esta etapa es parte del desarrollo de la patología. La desesperación y la angustia inicial promueven en el individuo la posterior reorganización de los planos emocionales y cognitivos que moldearan su espíritu.
Se piensa de igual forma que al dar un diagnóstico tan acabado el enfermo derrotara sus esperanzas y probablemente no colabore con la terapia paliativa disminuyendo notablemente su esperanza de vida. Por otro lado, al dar una afirmación ambigua acerca de su estado se mantendrá cegado ante su padecimiento y esta negación a la muerte lo revitalizaría participando enérgicamente en su “recuperación”. Ante cualquier supuesto el médico está obligado moralmente a entregar el diagnóstico del individuo de forma transparente, acelerando el proceso mencionado anteriormente de adaptación a la  nueva situación. De esta forma se presenta el primer desafío para la ciencia médica, la entrega sensible y empática del real estado del paciente.
Un desafío para la ética contemporánea

En la escuela el estudiante de medicina es enseñado para salvar la vida de las personas, y resulta paradójico cuando se ve enfrentado en la realidad a la enfermedad terminal. Por una parte desea naturalmente preservar la vida el paciente, pero por otro lado, debe aliviar la sintomatología que se presenta con el tratamiento paliativo. Es en este punto cuando el médico evalúa el contexto de la enfermedad, el estado del paciente y de qué forma puede equilibrar ambas contrapartes para proporcionarle al individuo las mejores condiciones de vida que se pudieran presentar.
La enfermedad terminal no deja de ser un enigma y un desafío para nosotros, ya sea para el médico como para el enfermo es una gran oportunidad de desarrollo personal. Se destaca la responsabilidad del médico ante el tratamiento y calidad de vida terminal del paciente que deposita su confianza y agónica esperanza en él.





Bibliografía:
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